Soy una mujer y mi esencia es profunda. Es una ruta que te invito a ir descubriendo de a poco, muy sigilosamente.        Vivo en un mundo muy observador, crítico y prejuicioso.        El domingo pasado,  unos minutos luego de levantarme, me dedique un momento a mí misma. Desnuda allí estaba yo, con mi espejo como interlocutor.        Vi mi cuello; si… esa zona en la que muchos quieren pernoctar en un primer momento tus besos.        Mis senos al natural, como signo inequívoco y evidente de ser mujer, esas cúspides que desde mis 13 años delatan y afianzan ante la sociedad que soy mujer. Hoy su dureza no es la misma. Esto para nada me preocupa ahora.        Le resto importancia a la forma de los mismos, ya que mis implantes mamarios no son de cirugía. Ellos son esa explosión de silicona espacial llamada “seguridad en mi misma” que yace en mí ser, y los vuelve turgentes.        Me volteo y veo mis glúteos marcados de algo que con las cremas intento disimular. Estrías ...
Si se escribe, perdura.