Me preguntaba hoy a qué velocidad voy cuando
navego por tu piel.
Sé que existen puntos equidistantes en tu cuerpo,
hay otros muy cercanos. Desde un extremo una de tus orejas, a la otra, me separa una catarata de cabellos en el cual
deseo hundirme, no sin antes hacer una parada en tu nuca.
Y si me pongo a perseguir el
origen de tu respirar cuando hago esto, inevitablemente iré por el camino de
tus hombros, izquierdo o derecho da igual, algo me dice que el origen de tu respirar
está más allá de ellos.
Se apresuran mis manos en subir
lentamente por tu vientre buscando la dicha que tendrán mis dedos al
encontrarse pernoctando en la cúspide de tus senos. Manos apresuradas, un tanto
inquietas, que solo se calman en la tibieza de tus areolas.
Tus pezones con la firmeza que los
caracterizan, se yerguen victoriosos entre mis dedos índice y medio.
Deseas caricias, no me lo digas,
me lo dijeron ellos. Bajaré más la velocidad.
¿Qué tan lento puede las yemas de
mis dedos rodear tus pezones?
¿Así?
¿Más lento?
Ya no solo veo, siento que te
gusta de más.
¿Ey!?. ¿Por qué te volteas así?
Por me, me estas bes...
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