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Mi Primera Infidelidad Como Esposa



No había conocido el universo del sexo y sobrepasando el temor, se que de nada de lo que hice me arrepentiré.


Llevo casada más de veinte años años y considero que a mis cuarenta y tantos años tengo todo lo que una mujer pueda desear, un esposo fiel, cariñoso y trabajador, un buen trabajo e independencia económica. Tal vez lo único que aún no tenga, son hijos, pero esa es una decisión que tomamos hace tiempo ante la imposibilidad que quedara embarazada.


Me casé virgen por lo que mi esposo tiene total confianza en mí, ya que las chicas de mi edad eran más permisivas con sus novios en cambio yo nunca fui con otro hombre a la cama. Por supuesto que tuve algunos novios, pero con ellos nunca pasó de besos y caricias por encima de la ropa.


Trabajo en un puesto de responsabilidad en una empresa multinacional y un día, mi superior directo me comunicó que tenía que ir a otra ciudad a hacer un curso de actualización con una duración de diez días. Ya en casa, le dije a mi marido que tendría que viajar por trabajo y él lo encontró normal. Yo tomaría el avión el domingo, porque el lunes por la mañana comenzaría el curso y terminaría en la siguiente semana, habiendo clases incluso el sábado.


El primer día conocí a Tomás, un joven simpático y divertido, que me recordaba un poco a Tom Cruise. Nos habíamos sentado uno al lado del otro y cuando el formador organizo parejas de trabajo, nos asignó a los dos. A mí me agradó porque me agrado su compañía, a más de atractivo.


Al finalizar la jornada, nos enteramos que estábamos en el mismo hotel y él propuso que volviéramos juntos en el mismo taxi, por el camino me invitó a cenar y a comentar los temas del trabajo que nos habían encomendado. Hasta entonces lo vi todo normal, no percibí ningún interés extraño de su parte.


Fuimos a cenar al restaurante del hotel y en medio de la conversación terminamos tomándonos una botella de vino. Después del postre me preguntó si quería ir a bailar. Le agradecí proponiéndole dejarlo para otro día porque estaba cansada y al día siguiente había que madrugar. Con voz pausada y cálida insistió diciendo que en un sótano del hotel tenían un pequeño piano bar muy tranquilo, solo para los clientes del hotel. Me dejé llevar por su insistencia, al fin y al cabo, la otra alternativa era ver televisión sola en mi habitación.


El lugar era muy agradable, media luz, música romántica y apetecible para bailar, lo cual a mí me encanta, pero mi marido no aprecia. Pedimos un par de cócteles y nos sentamos en una esquina. Después de dos cocteles comenzó a sonar la música y Tomás me invitó a bailar, acepté porque hacía tiempo que no bailaba.


Caminamos lentamente hacia la pequeña pista y dejé que él me llevara apretándome contra su cuerpo. Por un momento pensé en sepárale un poco, pero pensé que siendo música romántica era normal bailar así. Nos movíamos lentamente. Su mano pasó de mi espalda bajando lentamente a mi cintura, justo donde empieza la elevación de las nalgas.


Sentí escalofrío, en todo el tiempo de casada, nunca me encontré en una situación así con un hombre que no fuera mi marido. La otra mano de Tomás, sostenía mi mano izquierda, estaba atrapada y mis senos rozaban constantemente con el cuerpo de Tomas proporcionándome una agradable excitación.


Tomás acercó su cara a mi oreja y comenzó a susurrarme elogios al oído, alabando me hermosura y elogiando mi cuerpo que decía era mejor que el de las modelos. Comentó la envidia que tendría que causar mi belleza y la suerte que tenía mi esposo. Avergonzada me quedé sin saber qué decirle, pues pensé para mí que un hombre no debería decir esas cosas a una mujer casada.


Entonces me abrazó más fuerte y pude sentir el volumen de su duro pene apoyado en mí pelvis. En ese momento me auste porque sentí que aquello se estaba saliendo de control y decidí finalizar. Me solté y fui directo al ascensor, asustada, con la respiración agitada y las piernas temblorosas entré a mi habitación.


Cerré bien la puerta y mientras me quitaba la ropa me quedé pensando en lo sucedido, aún un poco temblorosa. Me puse el pijama y me acosté, pero no me podía dormir. Estaba confundida, por un lado, mi instinto de esposa fiel decía una cosa y, por otro lado, había una sensación desconocida que me excitaba. Estuve pensando si debería aprovechar esa oportunidad de conocer a otro hombre o continuar con mi monótona rutina y no traicionar a mi marido.


Terminé por dormirme muy de madrugada y cuando desperté lo hice con la cabeza embotada por el vino y la falta de sueño. El día transcurrió con normalidad y en el curso, Tomás y yo, trabajamos juntos resolviendo los problemas propuestos por el profesor. Cuando volvimos al hotel, Tomás me volvió a invitar a cenar y después revisar el material del curso. Por lo menos, esta vez estaba la excusa del curso por lo que mi conciencia no se resistió al aceptar.


Fui a la habitación y llamé a casa. Después tomé una ducha y me cambié de ropa poniéndome un vestido ligero que realzaba mi figura y tenía un discreto escote. En el restaurante, Tomás me elogió de nuevo. Confieso que me agradó, porque a las mujeres nos gusta oír elogios, y más viniendo de un hombre tan hermoso y encantador como mi compañero de curso.


Continuó diciendo que mi marido era un hombre de suerte, algo que me ruborizó, pues afirmó que yo era muy sexy y atractiva. Para evitar que él comenzara a hacerse segundas intenciones, le dejé claro que me casé virgen y que nunca había traicionado a mi marido.


Al terminar la cena, él se despidió y cada cual tomo camino a su habitación, Y estando allí sola creí que Tomas ya no se volvería a atrever a proponerme nada, después de lo que le había dicho al final de la cena.


Era el tercer día y dentro de mi sentía mariposas deseando que Tomas volviera a invitarme y cambiara su actitud hacia mí, pero durante ese día se portó muy indiferente y solo nos unió el trabajo del día. Al terminar la jornada se despidió diciendo que se quedaría un rato más allí en el club donde se estaba celebrando el curso.


Muy aburrida me fui al hotel pedí la cena a la habitación y me puse a ver televisión, llame a casa para hablar con mi esposo y solo en ese momento me olvide de Tomas, Después de terminar la llamada estuve pensando que podía hacer para tratar de atraer nuevamente la atención de Tomas y en un arranque de atrevimiento decidí llamarlo a su habitación con el pretexto que nos viéramos unos minutos para hablar de unos temas del curso que no tenia claro.


Cuando el me contesto, mi cuerpo comenzó a sentir nervios, no se si estaba haciendo algo indebido o era el deseo de encontrarme con Tomas al amparo de la libertad que me daba la distancia de mi hogar.


Nos encontramos en el bar y hablamos temas tontos y mientras tomamos esta vez un par de tequilas, que me desinhibieron terminamos bailando y esta vez fui yo la que me pegue a su cuerpo y al notar mi aceptación tomo las riendas del baile y nos apretamos al punto de notar otra vez su rígido pene.


Esta vez no me asuste y continué bailando con aquella cosa dura rozando constantemente mi bajo vientre al punto que la excitación empezó a florecer sintiendo humedad en el vértice de mis piernas. Me estaba excitando por primera vez con un hombre que no era mi esposo.


Tomás comenzó a acariciarme con la mano que tenía sobre mi hombro mientras su cabeza se iba acercando cada vez más a la mía. Su boca llegó junto a mi oreja y comenzó a murmurar palabras cariñosas y fui bajando mi guardia. Él comenzó a darme besos suaves en mis labios, a los cuales no me resistí y le dejé continuar hasta que su boca se pegó a la mía y sentí como su lengua penetrar mis labios.


Increíblemente, en lugar resistirme entreabrí mis labios como una invitación. Eso fue suficiente para empezar un delicioso, largó y húmedo beso con nuestras lenguas entrelazadas. Afortunadamente, la luz ambiente era bastante tenue y las pocas parejas que concurrían a esa hora cada cual estaba en lo suyo, los que bailaban lo hacían muy agarraditos intercambiando besos apasionados sin que nadie prestase atención a lo que sucedía alrededor, en aquel momento entendí que había alcanzado un punto del que ya no quería dar marcha atrás. Me sorprendí de mi dócil actitud sin protestar ni resistirme


A media noche cuando salimos del bar y fuimos a las habitaciones al llegar a la puerta de la mía, Tomás me abrazó desde detrás haciéndome sentir su pene contra mis nalgas, después me giró y me beso, entonces decidí abrir la puerta y entrar y al hacerlo él me sacó el vestido y abrazados nos besamos y permanecimos de pie acariciando mutuamente nuestros cuerpos.


Con lo que le había hecho yo estaba sólo en bragas y sujetador, mientras que él empezó a quitarse la ropa quedando solo con sus bóxer. A continuación, me soltó el sujetador quedando mis senos al aire. Era la primera vez que otro hombre, me desnudaba y me veía sólo con mis minúsculas bragas.


Éramos dos en una habitación de hotel, sin testigos, con una acogedora cama y una semi iluminación que creaba un ambiente excitante. Después de muchos besos, en los labios y en los senos, Tomás me levantó y me llevó a la cama, donde nos abrazamos cariñosamente.


Su pene estaba muy duro, al punto que levantaba el tejido de su ropa interior. Él procedió a quitarme las bragas, deslizando despacio, muy despacio, primero descubriendo mi coñito y luego le ayudé levantado el culo. Nunca imagine, que yo, una esposa fiel y dedicada me entregara así a otro hombre. Tampoco estar desnuda si sentir vergüenza, mientras él admiraba mis pechos, mi cuerpo y mi coño.


Tomás empezó a lamer mi pierna desde el tobillo hasta llegar a los labios vaginales. A veces me lamía el coño a interrupciones haciéndome estremecer. Nunca nadie, ni mi marido me había dado tanto placer en todos estos años, y para decir la verdad, nunca me había sentido tan a gusto como me sentía en aquel momento con las piernas abiertas y con un hombre enterrando su cabeza y chupando mi entrepierna. Jamás había disfrutado del sexo oral con mi esposo.


Un impulso eléctrico de placer recorrió mi cuerpo, y ya no aguanté más tiempo y sentí que iba a tener un orgasmo. Tomás empezó a chupar con más fuerza y yo me entre en un intenso orgasmo. Mis piernas se movían sin control, mientras él sostenía firme mis nalgas, para no dejar que su lengua se escapara de mi vagina.


Me gustó su boca comiéndome por primera vez mi coño. Con mi marido nunca goce de un modo tan intenso como ahora. Tomás continuó chupando mi coño mientras apretaba con sus dedos mis pezones y aquello me encendió nuevamente y no pude resistir la tentación de pedirle que me hiciera suya.


Se quitó la ropa interior liberando un hermoso pene bastante grueso y sentí un poco de miedo al ver su tamaño. Luego separo mis piernas y se acomodó sobre mí, lentamente se inclinó, me beso y comenzó a acercar su pene a mi vagina.


Al primer contacto sentí un corrientazo que corrió por mi espalda y al penetrarme disfrute cada centímetro que separaba las paredes de mi vagina, como diciendo he venido a conquistarte y siguió y siguió hasta penetrarme totalmente. Y todo sin condón.


Después de tocar fondo Tomás empezó a moverse y sentía sus testículos golpeando contra mis nalgas. Él la iba sacando totalmente y después volvía a penetrarme. Yo no podía contener mis gemidos de placer. Él debía tener muchas ganas, porque se corrió pronto, inundando mi coño con su esperma, disfrute todos lo minutos que estuvimos pegados.


Quedamos jadeantes y pensé en la locura que había cometido. Me volví hacia él, deslicé mi mano por su pecho y la bajé hasta el pene que ya se estaba recogiendo, lo apreté y acaricié sus bolas mientras contemplaba aquel pene que me había penetrado y que estaba pegajoso por mi líquido vaginal y su esperma.


Pronto comenzó a dar señales de vida y yo me excité de nuevo me fui directo con la boca abierta para empezar una mamada. Yo le sostenía el pene y lo lamía en toda la extensión, después me lo tragaba hasta donde conseguía meterlo, así hasta que volvió a estar duro, entonces lo empecé a chupar con más ganas.


Me lo metía en la boca, le pasaba la lengua y lo salivaba en toda la extensión. Lo noté tan rígido que me levanté y sosteniendo aquel pene con la mano, me puse el glande en la entrada de mi coño y lo dejé resbalar hacia mi interior. Qué delicia sentir aquel duro falo dentro de mí. Tomé el control y comencé a cabalgarlo hasta que no aguanté más y cuando sentí que iba a tener un nuevo orgasmo, me moví más fuerte y rápido y quien gozó fue él, lanzando nuevamente chorros de esperma a mi interior, lo supe porque se retorció y gimió hasta dejar dentro de mi hasta la última gota de su semen.


Al día siguiente no hablamos nada durante el curso y al final, volvimos juntos al hotel. Traté de engañarme, pero en el ascensor no resistí y le dije que podía venir a mi habitación, en media hora. Así que tomé mi baño, hablé con mi esposo e hipócritamente le dije que me hacía mucha falta y que no podía dejar de pensar en él.


Mientras hablaba con mi esposo estaba desnuda esperando a que llegara Tomas sabía que no era necesario vestirme, al final, Tomás conocía mi cuerpo y no tenía nada que ocultarle.


Oí golpear la puerta, era Tomás que al entrar y después de cerrar la puerta, me tomo en sus brazos, como si fuera algo natural, y desee más que nunca esta locura. Él se despojó de su ropa. Era excitante y agradable sentir su piel rozando la mía mientras bailábamos con una música imaginaria. Me encantaba sentir su pene buscando acomodo entre los labios de mi vulva, mientras su boca devoraba la mía.


Esperaba que pronto dejara en mi interior su semen mezclado con mi líquido vaginal. Había tanta intimidad entre nosotros que pasamos todos los días siguientes cogiendo hasta dos veces en cada ocasión, disfrutando el sexo en todas las formas que el me proponía. Yo me entregaba totalmente, él me tomaba y los dos gozábamos al límite.


Al llegar el fin del curso regresé a casa. Mi marido me esperaba en la puerta de llegada del aeropuerto. Cuando nos encontramos, me abrazó y dio un beso que comparado con el de mi amigo, fue un poco soso y sin gracia, tanto que no lo disfrute.


Me preguntó por el curso y le conté las cosas más evidentes e inocentes de las clases. No le hablé nada de Tomás y pesé que en un momento me sentí un poco mal, no me arrepiento de lo que hice, pues lo disfruté como nunca lo antes lo hice y conocí nuevos límites de mi sexualidad.


Guarde como un tesoro el número de teléfono de Tomas, anotándolo como si fuera el resultado de un ejercicio del curso.


Y después de tres meses de vacilación, me decidí a llamarlo y enseguida noté la emoción que le generaba escuchar mi voz, tanta como la que yo sentía. Y aprovechando que tenía derecho en el trabajo a un día compensatorio de descanso fuimos a un motel en las afueras de la ciudad y fue tanta la alegría de reencontrarnos que hasta me decidí a probar el sexo anal.


Sigo con mi matrimonio, pero no puedo olvidar aquellas maravillosas noches de sexo intenso e increíble que nunca antes conocí. Sentir en mi interior ese vibrante pene de Tomàs es algo que con solo imaginarlo hace vibrar mi sexo y ahora también mi culo. No sé cuántas veces más deseare reencontrarme con Tomas. 

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