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Degustación Prohibida



Hace unos años, me encontraba totalmente concentrado en mis quehaceres profesionales en una mañana, en la que, el sol a media asta, pretendía ir calentando el ambiente, de lo que fué una mañana muy fría.

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Cuento con la dicha de poder laborar desde casa y concentrarme full con mis proyectos.

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Junto a mi laptop, tenía en mi escritorio una taza de café con leche, cuyo contenido se encontraba por la mitad. Estaba a full con un proyecto importante para uno de los clientes a quien, gustosamente, le brindo mis servicios como consultor en informática y sistemas.  

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Estar programando, demanda del programador una atención al 110% sobre las funcionalidades y el código en sí que estás desarrollando para dar con la solución que pretendes lograr. Entre tanta concentración, la misma, fué interrumpida por un mensaje de whatsapp de Lucia.

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Lucía es la esposa de un vecino amistoso aquí en mi cuadra. Aunque tenemos nuestros números, sencillamente solo nos escribimos para asuntos puntuales entre vecinos (agua, luz, internet, etc), pero, desde hace años, surgió cierta amistad entre nosotros.

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Recuerdo que todo empezó en una de las llamadas reuniones vecinales. Lucía y yo intercambiamos miradas cómplices, que, con mis acercamientos y excusas para buscarle conversación, compartimos ciertas confidencias del ámbito carnal, como si desde siempre hubiésemos tenido tales conversaciones. 

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Como les iba narrando, me parecía bastante raro que Lucía me escribiese y más a media mañana.

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Su mensaje me llegó un día Miércoles si mal no recuerdo.

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En su mensaje, se divisaba un link hacia instagram, cuya foto de preview, era un cuarto a media luz.

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Pensé: “¿y esto que és?”

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Se veía que era un link hacia algo erotico y realmente me sorprendí, ya que jamás habíamos compartido ese tipo de contenido entre nosotros.

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Dejé de hacer lo que estaba haciendo, y me dispuse a “hacer click” sobre  el enlace.

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Luego del click…pude ver un mini video/reel, en donde, corroboré que sí era la imagen de un cuarto a media luz en color rojo, pero con la particularidad que el video tenía de fondo una voz profunda de unos gemidos.

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De momento, tomé esto como una broma leve entre vecinos con cierta confianza, pero mi mente perversa me preguntó: “¿y qué tal si es algo más?”

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Se que luego de haber visto dicho mensaje, me quedé bastante pensativo.

Comenzamos a chatear y me dí cuenta que el mensaje no había sido tan “inocente”, sino que más bien como que era la puerta abierta a una buena y morbosa aventura.

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No perdí tiempo y le pregunté: “¿No has leído alguna vez relatos eróticos?”, a lo que ella me contestó: “Si, de hecho me gustan mucho los que son tipo del tío que seduce a la sobrina”.

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Con solo leer esta respuesta, se levantó mi virilidad al máximo, ya que, desde hace un tiempo para acá, tengo un olfato muy afinado para detectar en dónde está el morbo; se esconda donde se esconda…lo hallo.

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Mensajes iban y venían, pero hubo uno que parecía una confesión de su parte.

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El mensaje, en una sola palabra, confirmaba mis sospechas que tenía desde hace tiempo.

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Lucía, sin chistar, me dijo que… “¿Yo?...Yo soy bien PERVERSA”

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Aproveché esta confesión express para también confesarle que yo escribía relatos eróticos para adultos y aproveché para enviarle link de un relato de una mujer muy caliente en búsqueda de la satisfacción de sus deseos con su cuñado.


Pasaron 1 o 2 días y no tuvimos más comunicación por lo que supuse, que estaría muy ocupada. Me comían las ansias, porque, modestia aparte, sé que lo que escribo es de las delicias de algunas féminas.

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Aparté mi mente concentrada a full en la tecnología, y una mañana, le escribo un mensaje preguntando que sí había leído el relato que le dejé.

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Ella me contestó que sí, pero no me dió detalles de sí fue solo un agrado mínimo o realmente le gustó mucho.

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La charla, nuevamente empezó a subir de temperatura y preferí esta vez ser bastante directo preguntando: “¿Te mojas al leerme?”, a lo que Lucía contestó tajante…”Sí”.

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No puedo describir en letras la voracidad con la que me calenté de solo leer aquello que me había contestado.

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Estaba empezando a pensar que Lucía tenía unos cuantos deseos carnales reprimidos y quizás hasta insatisfechos por parte de su esposo. Quien sabe cuantas veces quiso hacer en la intimidad cosas más picantes, pero su pareja la cuestionaba o hasta quizás, nunca tuvo la delicadeza de descubrirlo.

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Les juro que deseaba borrar los mensajes, pero una y otra vez los leía.

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“Mierda…no puede ser; pero si ella no es así”, me decía cada 20 segundos, como queriendo negar que Lucía para nada era así y que era solo parte de un juego de palabras via chat.

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Codeaba (así llamamos los informáticos, al hecho de transcribir código), tomaba agua y volvía a leer.

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Mientras más leía, sentía como la punta de mi pene se volvía más babosa; y vaya que así fué, ya que al revisarme, pude ver como gotas transparentes de precum se untaban con la tela de mi boxer.

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Lucía había despertado ese demonio de morbosidad que yacía dormido desde hace algún tiempo.

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Así pasé el día, hasta que llegó el día inesperado.

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Eran como las 8:11 am, cuando le escribo un mensaje, que, realmente, no recuerdo exactamente que fue. Lo cierto es que solamente deseaba saber si aun me seguía leyendo. Creo que el mensaje era si “estaba leyéndome a esta hora?”, realmente no puedo recordar.

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Lo cierto es que empezamos a chatear de forma tal que sentía que se me iba encendiendo las manos y por supuesto el cuerpo, de cuanta morbosidad nos íbamos diciendo entre los mensajes que iban y venían por el whatsapp.

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Cuando viene a ver, eran como las 9:05 am, y ya mi pene brotaba ingentes cantidades de precum, que nuevamente pusieron mi boxer en evidencia.

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Lo cierto es que en uno de esos mensajes, le dije a Lucia: “Deseo verte leer uno de mis relatos - ¿estás sola?”, a lo que ella contestó: “Sí. Ven a mi casa”.

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Ni corto, ni perezoso, procedí a apagar la computadora y dirigirme a casa de Lucía, no sin antes, y con mucho cuidado, hacerme la depilación express más rápida que he hecho en mi vida. Me dirigí al baño, tomé la afeitadora con la cual siempre me afeito el rostro y procedí a quitarme la gran cantidad de vello pubico que me poblaba la intimidad para ese momento.

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Me vestí con el primer pantalón que hallé, me puse una camiseta, tomé mis llaves, mi celular y me fuí a la calle a esperar posicionarme de una forma que no fuese tan sospechosa la entrada, a la casa de Lucía.

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Para suerte nuestra, su pareja no estaba y no se hallaba ningún vecino por la calle en donde vivía Lucía para ese entonces, ya que a estas horas de la mañana, prácticamente todos están fuera de casa en sus labores respectivas

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Fui acercándome a la puerta y a medida que avanzaba, honestamente me sentía bastante ansioso. A cada paso que daba me preguntaba: “¿esto está pasando?”, ya que era la primera vez en mi vida que, una potencial admiradora de mis escritos, fuese a leer uno de mis relatos delante de mí, aunado a que tal vez se fuese a dar un encuentro carnal, explosivo y fugaz.

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Ya estaba bien cerquita de la puerta, cuando tomé nuevamente el celular y le escribí a Lucia: “¡Abre!”. Esperé unos 11 segundos aproximadamente y se me secó la garganta.

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Oí la puerta abrirse…

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Lucía no me vío directamente a los ojos, pero yo si pude hacer un chequeo fugaz y muy preciso de cómo estaba vestida.

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La muy bandida, aún se encontraba con una dormilona que le llegaba a las rodillas. Pude divisar sus piernas torneadas mientras ella apenas comenzaba a rotarse para darme la espalda.

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También, experimenté una erección extremadamente fuerte, cuando pude percatarme que no llevaba sostén y dejaba ver entre los pliegues de la tela de su dormilona, sus enormes senos, los cuales, son coronadas por unas areolas marrones muy pronunciadas (mi perdición).

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Sentía como empezaba a sudar mucho más.

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Desde la puerta de su casa hasta su cuarto, son tan solo unos cortos pasos. Mi vista solo la vió desviarse justamente hacia el cuarto que comparte con su pareja y yo deseando, honestamente que siguiese hacia la sala de su casa, y me recibiese allí, pero, ya a estas alturas, no había marcha atrás.

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Lucía entra al cuarto y, se acuesta de forma tal que no denotaba para nada ninguna insinuación sexual para conmigo. Recuerdo que se recostó en su cama y se dispuso a solamente bajar el volumen de la tv.

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Allí, aproveché, de forma sigilosa y lenta, sentarme al lado de ella. El calor iba en aumento una vez más y, realmente inquieto y tragando saliva, le dije: “Bueno…¡Quiero verte leer mi relato!”.

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Lucía, entrecerró un poco los ojos, esbozó una leve sonrisa de picardía y me preguntó un poco nerviosa: “¿Como que te lea el relato?. No me hagas hacer esto”.

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“Si…deseo oírte leer mi relato, mientras yo te veo”, dije viéndola fijamente a los ojos, con una mirada morbosa.

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Lucía hizo un gesto como de resignación con deseo, acompañado de un suspiro leve, que lo interpreté como señal inequívoca de que debía actuar de inmediato ante tal mezcla de prohibición y morbo.

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Tengo un olfato extremadamente sensible para captar cuando una mujer comienza a manar humedad de su vagina y se siente deseada. Ese aroma exquisito, divino y embriagador, fué el que me hizo colocar mi mano sobre la tela de una de las grandes tetas de Lucía.

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Ella empezó a respirar un tanto más entrecortado y no me veía el rostro y dejaba su mirada fija en el celular, como intentando entender qué sucedía.

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Comencé de forma suave y con mucha seguridad a acariciar su teta encima de su teta cuando ella salió de su rostro serio, su mirada se encontró con la mía, volvió a suspirar fuerte, y me vió con mucho deseo.

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No desvié la mirada tan caliente que nos estábamos propinando y aprovecho esto para acercarme más, hasta tener mi rostro cerca de su seno, y seguir acariciando, buscando que sus pezones se volviesen mas y mas duros.

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Para este momento, sentía mi pene querer salir desesperadamente de mis interiores y estaba tan duro como una piedra.

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De pronto, sentí que mi boca se me hacía agua, cuando Lucía volvió la mirada hacia su celular y me dijo, con voz entrecortada: “Ya lo encontré” a lo que yo le dije: “Léelo, pues”, recibiendo de parte de Lucía, otra sonrisa de aprobación, continuando con su primera mojada de labios.

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Desconocía ya en este momento, cuantos minutos habrían pasado, del inicio de este encuentro tan prohibido, pero a la vez tan fogoso y ya ese cuarto semi oscuro, estaba siendo el testigo de un encuentro divino entre dos personas que se han dejado llevar por el más bajo instinto animal de solo degustarse.

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No dió tiempo que Lucía empezase a leer cuando, viendo yo que su pezón estaba lo suficientemente erecto, baje el escote de tela para por fin ver a toda plenitud su seno (¡y vaya que seno!): es enorme con una inmensa areola marrón de gran diámetro, contrastante con su piel un tanto más clara. Viendo todo esto, se me hizo demasiado apetecible comer aquella deliciosa teta, por lo que no dudé en abalanzarme sobre ella, y deleitarme como un sediento que regresa del desierto y encuentra un pozo de agua.

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Hacia círculos con la punta de mi lengua, en un vaivén entre su cúspide y toda la extensión de su areola. Sentí como, aunque ya eran grandes, aumentaron un poco más de tamaño, cosa que hacía avivar más mi... (CONTINUARÁ)

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