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Descubriendo Mi Esencia De Mujer




Soy una mujer y mi esencia es profunda. Es una ruta que te invito a ir descubriendo de a poco, muy sigilosamente.


Vivo en un mundo muy observador, crítico y prejuicioso.


El domingo pasado,  unos minutos luego de levantarme, me dedique un momento a mí misma. Desnuda allí estaba yo, con mi espejo como interlocutor.


Vi mi cuello; si… esa zona en la que muchos quieren pernoctar en un primer momento tus besos.


Mis senos al natural, como signo inequívoco y evidente de ser mujer, esas cúspides que desde mis 13 años delatan y afianzan ante la sociedad que soy mujer. Hoy su dureza no es la misma. Esto para nada me preocupa ahora.


Le resto importancia a la forma de los mismos, ya que mis implantes mamarios no son de cirugía. Ellos son esa explosión de silicona espacial llamada “seguridad en mi misma” que yace en mí ser, y los vuelve turgentes.


Me volteo y veo mis glúteos marcados de algo que con las cremas intento disimular. Estrías y celulitis le acompañan en surcos. He aprendido a amar eso, es parte de mí, y lo acepto. 


Me detengo a respirarme y una visión de grandeza femenina se apodera de mí, es el momento en que prefiero acostarme en mi cama y disfrutarme de mí y este silencio.  Quiero seguir explorándome, deseo saber más de mí.


Regreso a mi boca escoltada por un par de mis dedos, quienes juntos, tocan la puerta que los separa de mi lengua. Como buena anfitriona, mi lengua ya húmeda abre lentamente el portal carnoso para darle bienvenida a los dos acompañantes.


Este es mi primer trio y que bien se siente…no lo sabía.


Mis dedos índices y medio, junto con ella, se entrelazan y bailan en untuosidad. 


Se quieren, se aman pero a la vez, se están profanando en este trio. Dedos que son parte de una igualdad, contra una carnosidad que degusta sus sudores.


Las lamidas, ponen celoso a mis labios; quieren participar y se los permito.


Saliva, labios, dedos, lengua…que delicia probarme y sentirme. Ya se despiertan otras zonas de mi cuerpo con leves sismos de excitación.


Así, me permito hacer actuar a mi otra mano, con sus yemas acaricio mis mejillas, me quiero; que extraña pero tan relajante sensación de este nuevo morbo con sutileza.


Sigo bajando más y esto me gusta, me permito ¿porque no¡ … una risa pícara a mí misma, a la dueña de mí.


Llegué a mi cuello, y los del trío de más arriba, ven como con la parte trasera de mi palma, acaricio mi cuello, si allí donde me gusta que pernocten aromas y besos. Se enrojece, tiembla un tanto, sería suculento para un vampiro atrevido en busca de una hembra que empieza a descubrirse, sin pena alguna como yo.      


Y sigo bajando…y allí están ellos…


Desde hace rato estaban viendo lo que sucedía a una cierta distancia de ellos y se preguntaban: “¿Y nosotros para cuándo?”. Calma mis cúspides. Ya les diré a esos dos acompañantes que están allá arriba en el trío, que vengan a satisfacerles.


Decido que será mi seno derecho el primero. El seno izquierdo queda algo celoso. “¿Qué haré?” – me pregunto.


Listo! … Ya sé!


Cuatro de mis dedos, que más que dedos, parecen unas piernas largas, asumirán una muy erótica postura romboide, y permitirán nuevamente que mi lengua, impregne sus piernas en tibia saliva.


“Vengan ya!” – oigo decir a mis senos


Mis pezones, como si de unos centinelas se tratáse, se paran firmes, duros y la falda, que algunos llaman areolas, pasan de un claro oscuro a un tono más intenso. Es mi sangre bullente que le da esa tonalidad a dichas faldas.


Alli va… Dos de mis dedos en una cúspide, y los otros dos en la otra cúspide, me lo permito. Me digo: “Ummm – que rico me siento”.


Dedos no piadosos, bañados en saliva comienzan a barnizar mis pezones duros, que se tornan durísimos. Se toman un tiempo… no es muy rápido… ni tampoco lento. Es como una neblina mañanera rozando la montaña, pues si… así es.


Un suspiro muy profundo, emerge desde mi ser. Que rico permitirme esto. Me estoy dando el permiso. Me estoy sintiendo más mujer, reconociéndome en mi ser. 


Sigo bajando, y allí esta lo que más oculto. Sí, es mi vientre, ése que a veces me ve triste, pero ya no más. Bienvenido eres vientre, fuiste montaña, fuiste llanura, o no fuiste ninguna. Yo te acepto y te amo.


Mi vientre  no espera estas palabras y, aunque hay la lujuria, le fue inevitable llorar, ante mis palabras de amor. Sí, lo confieso, también emergen algunas lágrimas en mí. Es el reconocimiento de algo que siempre está conmigo, que no me deja y me acompaña. Ese res tu mi vientre.


Me agradece el gesto, mi ombligo me guiña su único ojo, e invitan a dos, solo dos de mis dedos, quienes volvieron por más humedad a mi boca, a seguir bajando.


Ahora sí, abro mis piernas y …ummm… que aroma!


Es ese aroma a hembra, muy difícil de describir, pero que gusta tanto. Dichosa yo que me permito disfrutarlo.


Dicho perfume de mujer deseosa, es quien invita como encantador, a los dos dedos húmedos a hacer mella en mis ya rosados, abiertos y porque no decirlo … hambrientos labios.


Se acercan, se acercan más, vengan… siiiii! … que rico ese beso entre mis labios rosados y esos dos dedos. Parece que hay un cruce de ríos y otra vez me río. Yo tan cómplice de mí misma. Tan traviesa. Me sorprendo!


Movimientos en círculos, arriba y abajo, de un lado a otro. Mis dedos se preocupan porque, en esa “pista de baile” alguien dejó el piso húmedo.


Dedos míos no se preocupen, este no es un baile cualquiera, no es uan competencia y nadie los ve. Permítanse caer, resbalen entre tanta humedad y untuosidad.


Como si de un mandato se tratase, así lo hicieron…


Mis dos dedos se hundieron, cual titanic en el atlántico norte, en mis carnes; con la diferencia que no chocaron contra un frío iceberg, sino contra un volcán femenino, bien hembra, que llena de magma hirviente todo mi regazo.


Dedos curiosos, saben lo que hacen, suben y bajan haciéndome temblar, que delicia lo que siento


En un instante, se detienen… - “¿Qué harán?” – me pregunto. 


“Oooooohh” – suspiro. “Allí mismo es, dedos míos” - les digo.


La pared frontal, ese balcón sin ventana, ese lugar que no ve nada hacia el exterior, pero si hacia mi interior, es barnizado por el toque sigiloso, corto, lento y circular de la yema de mis dedos.


Sientan dedos míos esa leve rugosidad, despierten así, mi cereza durmiente.


Tanta humedad, tanta lluvia de untuosidad, despierta mi dedo pulgar. Parece que fue un balde que le baño y le hizo levantarse.


Mi pulgar se activa y la ve …


Allí esta, emergiendo…


Es mi cereza ya despierta, olorosa, deseosa. Ella sin miramientos, es la que invita al brillante pulgar, a danzar con ella.


Se acerca el pulgar sin mucho preámbulo, y se funde con mi cereza en un beso muy pero muy profundo. Se reconocen, el pulgar sabe que es el actor principal, en este caso, es el hombre dominante de esta escena. El pulgar recibe baños y baños de humedad, que comparte de manera lasciva con su amante… mi cereza, que ya para este momento, esta tan erecta y dura como sus primas, las cúspides de los senos.


Que delicia de sensación!


Se enteran los dedos del festín y comienza una serie de movimientos entre ellos, el pulgar y mi cereza, en una competencia feroz, por ganar mi atención.


Todos Ellos quieren llevarse el trofeo por saber quién me da más placer.


Que difícil saberlo!


Sigue la furia del morbo adentrándose en mi ser, y a la vez emergiendo, que divino placer. Parecen varios sismos en uno y a la vez yo en varios sismos.


“Oh que delicia!” – Me digo.


Ya no soy dueña de mí, y la fuerza femenina de mi ser, se apodera de mis manos y como si de una descarga eléctrica se tratase, comienzo a experimentar una cantidad inimaginable de movimientos involuntarios:


Atrás, adelante, arriba, abajo, zigzag, – “Oooooooohh!” – suspiro.


Suena más y más chapoteos de humedad, de un adentro y afuera agresivo, muy voraz.


Es cuando allí: “Uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuummmmmm” … descargo con todas las fuerzas de mis entrañas mi magma salada y untuosa, sin compasión alguna.


Respiro hondo, respiro infinito.


Culmina, solo por este instante este momento.


Luego, tomo un cuaderno que guardo en mi closet y en una de sus hojas, escribo lo siguiente:


“Que rico saber que me conozco, que rico saber dónde mi siento, que rico saber que desde lo profundo de mi erotismo, seducción y morbo de mi ser, me puedo reconocer como una mujer”.

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