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Degustación Prohibida - (PARTE 2)

 





...Lucía no me vío directamente a los ojos, pero yo si pude hacer un chequeo fugaz y muy preciso de cómo estaba vestida.
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La muy pícara, aún se encontraba con una dormilona que le llegaba a las rodillas. Pude divisar sus piernas torneadas mientras ella apenas comenzaba a rotarse para darme la espalda.

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También, experimenté una erección extremadamente fuerte, cuando pude percatarme que no llevaba sostén y dejaba ver entre los pliegues de la tela de su dormilona, sus enormes senos, los cuales, son coronadas por unas areolas marrones muy pronunciadas (mi perdición).

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Sentía como empezaba a sudar mucho más.

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Desde la puerta de su casa hasta su cuarto, son tan solo unos cortos pasos. Mi vista solo la vió desviarse justamente hacia el cuarto que comparte con su pareja y yo deseando, honestamente que siguiese hacia la sala de su casa, y me recibiese allí, pero, ya a estas alturas, no había marcha atrás.

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Lucía entra al cuarto y, se acuesta de forma tal que no denotaba para nada ninguna insinuación sexual para conmigo. Recuerdo que se recostó en su cama y se dispuso a solamente bajar el volumen de la tv.

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Allí, aproveché, de forma sigilosa y lenta, sentarme al lado de ella. El calor iba en aumento una vez más y, realmente inquieto y tragando saliva, le dije: “Bueno…¡Quiero verte leer mi relato!”.

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Lucía, entrecerró un poco los ojos, esbozó una leve sonrisa de picardía y me preguntó un poco nerviosa: “¿Como que te lea el relato?. No me hagas hacer esto”.

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“Si…deseo oírte leer mi relato, mientras yo te veo”, dije viéndola fijamente a los ojos, con una mirada morbosa.

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Lucía hizo un gesto como de resignación con deseo, acompañado de un suspiro leve, que lo interpreté como señal inequívoca de que debía actuar de inmediato ante tal mezcla de prohibición y morbo.

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Tengo un olfato extremadamente sensible para captar cuando una mujer comienza a manar humedad de su vagina y se siente deseada. Ese aroma exquisito, divino y embriagador, fué el que me hizo colocar mi mano sobre la tela de una de las grandes tetas de Lucía.

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Ella empezó a respirar un tanto más entrecortado y no me veía el rostro y dejaba su mirada fija en el celular, como intentando entender qué sucedía.

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Comencé de forma suave y con mucha seguridad a acariciar su teta por encima de la tela de su bata, cuando ella salió de su rostro serio, su mirada se encontró con la mía, volvió a suspirar fuerte, y me vió con mucho deseo.

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No desvié la mirada tan caliente que nos estábamos propinando y aprovecho esto para acercarme más, hasta tener mi rostro cerca de su seno, y seguir acariciando, buscando que sus pezones se volviesen mas y mas duros.

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Para este momento, sentía mi pene querer salir desesperadamente de mis interiores y estaba tan duro como una piedra.

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De pronto, sentí que mi boca se me hacía agua, cuando Lucía volvió la mirada hacia su celular y me dijo, con voz entrecortada: “Ya lo encontré” a lo que yo le dije: “Léelo, pues”, recibiendo de parte de Lucía, otra sonrisa de aprobación, continuando con su primera mojada de labios.

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Desconocía ya en este momento, cuantos minutos habrían pasado, del inicio de este encuentro tan prohibido, pero a la vez tan fogoso y ya ese cuarto semi oscuro, estaba siendo el testigo de un encuentro divino entre dos personas que se han dejado llevar por el más bajo instinto animal de solo degustarse.

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No dió tiempo que Lucía empezase a leer cuando, viendo yo que su pezón estaba lo suficientemente erecto, baje el escote de tela para por fin ver a toda plenitud su seno (¡y vaya que seno!): es enorme con una inmensa areola marrón de gran diámetro, contrastante con su piel un tanto más clara. Viendo todo esto, se me hizo demasiado apetecible comer aquella deliciosa teta, por lo que no dudé en abalanzarme sobre ella, y deleitarme como un sediento que regresa del desierto y encuentra un pozo de agua.

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Hacia círculos con la punta de mi lengua, en un vaivén entre su cúspide y toda la extensión de su areola. Sentí como, aunque ya eran grandes, aumentaron un poco más de tamaño, cosa que hacía avivar más mi deseo y apretar cada vez más mi pene contra la tela de mi boxer. 

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Mientras degustaba su seno derecho, el morbo seguía creciendo y prácticamente jalé salvajemente su bata para dejar al descubierto su seno izquierdo, el cual, ya estaba bastante apetecible y sobre el cual, coloque mis dedos para estirar hacia arriba su pezón, buscando con ello aumentar mas y mas el placer de Lucia.

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“¡Que delicia de momento!” - pensaba para mis adentros.

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Cada vez más Lucía aumentaba su respiración, y me excitaba de sobremanera la forma en la que su rostro se volvía más y más serio, con una mezcla de ”no sigas” con ”sígue que deseo más”.

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Por mi cabeza no pasaba ningún pensamiento de dejar de hacer aquello, aun sabiendo que la traición estaba más que consumada. Es que tendrían que vivirlo para que no juzguen de buenas a primeras lo exquisito que es calentarse hasta que el juicio se te vuelva cenizas.

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Mi saliva era poca para calmar la sed de deseo que me estaba provocando estar así con Lucía.

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Recuerdo como con la punta de mis labios, jalaba hacia arriba sus riquísimos pezones, como formando una carpa de circo, lo que provocaba en Lucia un respirar hondo junto con un gemido ahogado de su parte.

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Llegó un momento en el cual, sentía como mi glande estaba extremadamente untuoso, por lo que me aparté de la recreación que tenía con los senos de Lucía.

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Me recosté hacia un lado de la cama la miré fijamente a sus ojos y le dije: “Mira como me pusiste”, e hice un gesto posando mi mano sobre mi pene, mostrándole a Lucía lo bien erecto que estaba.

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“Estas loco!”, expresó ella, como queriendo hacerse la inocente, pero con un sonrisa picarona, que más que alentar el alejarme, más bien alentaba el seguir con aquello.

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Me levanté al lado de la cama y le dije: “¡Coño, mira como me tienes!”, y procedí a sacar mi pene de su encierro. El aroma a morbo que emanaba mi pene a estas alturas, era bastante embriagante para que Lucía se negara a comérselo.

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La mirada de Lucia, se volvió a coronar con una sonrisa de mujer morbosa y decidida, señal inequívoca, que me permitió avanzar al lado de ella, y colocar mi pene bastante cerca de su boca.

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Fué allí cuando volví a ver mi pene y pude observar como una muy pequeña gota de precum transparente, se posaba en toda su punta, haciendo más picante la escena y haciendo esto que yo me volviese bastante tembloroso, nervioso y bastante ansioso, por lo que imaginaba que vendría.

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“Mámamelo ¿Si?”, a modo casi de súplica, fué lo que alcancé a decir, en ese cruce de miradas entre mi viril pene, su mirada y su boca.

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Lucia no se lo pensó 2 veces, y de una se comió en un solo bocado, toda la extensión de mi pene, de una forma tan lenta y excitante, que en esa primera lamida debí aguantarme mucho para no acabar de una vez.

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Su boca barnizo todo mi pene, con su tibia saliva, y su muy cómoda lengua, la cual, iba empezando a dándose un electrizante placer a mi sensible frenillo. Al llegar a tope, fue sacando mi pene, otra vez muy lentamente de su boca, lo que hizo que expresara de mi parte, “¡Ummm…que delicia! - ¡Que rico lo mamas!” 

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(CONTINUARÁ)

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