Tomaste un cubo de hielo y unas gotas cayeron en tus cúspides.
Un frío picoso, a la velocidad de la luz, te electrifica como contraste al calor embrigante que arde en tu piel, de solo pensar en lo que se avecina.
Son ellas el lar en donde reposan mis tibias lamidas, mis chupadas suaves, mis tambaleos de lengua, que irán y vendrán desaforadamente, como queriendo de tus ricos pezones, hacer manar leche exquisita.
Duras cual rocas, tus cúspides gritan en su piel, lo que tus deseos de mas y mas lamidas, no puedes responder.
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