No estamos en nada en contra de los hombres.
Nos gusta cuando, cada Viernes, nos despojamos de todas nuestras responsabilidades profesionales, para relajarnos las tres, para transitar un rico fin de semana del mas obseno encuentro lésbico.
Nuestros novios nos entienden y comprenden.
Nuestras lenguas son nuestra principal arma en esta guerra de humedad, salinidad, lujuria y erotismo.
Nos sorteamos los turnos cada semana...hoy yo seré la cena.
Me gusta cuando me desvisten completamente y me piden que me recuesten en lo que llamamos, nuestra camilla del placer.
Para este día me han pedido que no me depile, ya que, segun ellas, mi selva emite un exquisito aroma a "cómeme" que las enloquece (de solo escribirlo, ya me humedezco).
Para esta ocasión, pedí ser bañana en miel, muy, pero muy lentamente.
Cada una, desde una botellita de vidrio, me unta toda la piel.
Pasan sus manos suaves y llenas de miel por mis hombros, mis senos ya en guardia con mis pezones erguidos, por mi vientre con caricias pasivas rodeando mi ombligo.
Mas miel, sobre mi monte de venus oloroso a sexo, y sigue la miel cayendo por mis hinchados labios.
Siguen bañandome hasta mis piernas y llegan hasta mis pies.
Una de mis amantes, comienza a lamerme una de mis orejas de forma que me estremece por la forma tan profunda en que pasa mi lengua.
La otra, comienza a chupar el lóbulo de mi otra oreja.
Siento como chorros de mi humedad, comienzan a brotar sin control desde mi ansiosa vagina.
Se sincronizan.
Cada una con las yemas de sus dedos, toman un pezon para sí misma, y comienzan a pellizcarme suavemente, estirandolo asi arriba.
Se alternan en los movimientos y a veces mientras una pellizca, la otra va tambaleando las yemas de sus dedos en ese duro pezón que ya está siendo tambaleado.
Mi respiración comienza a ser mas profunda.
Mis orejas han sido abandonadas y las han dejado humedas.
Siento besos tibios en mis mejillas que se adornan casi todo mi rostro, cuando oigo que una de ellas me dice:
"¡Danos tu lengua!".
Poseída por el placer emerjo mi tibia lengua, y así como la imagen de este relato, nuestras lenguas se entrecruzan como serpientes lésbicas, que desean ser una sola en un vaivén de movidas placenteras.
[...CONTINUARÁ...]
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