Yo:
"Oh así, así.
Lamelo en toda su extensión…Ummm!
Asi…linda…así.
Llénalo más de saliva.
Así, linda…mmm…así".
Ella (La Religiosa):
"Mmm…que delicia de g**bo tienes
Agh!...Agh!...Agh!...
Me llena toda la boca
¡Agh!...Agh!...Agh!...
No me cabe completo".
Nunca pensé que una mujer tan religiosa
y aferrada a la lectura de la Biblia
tendría tan poderosa arte amatoria sobre mi falo.
No se. Me puso a dudar esta mujer.
La historia que me llevó a disfrutar de la tibia boca y la juguetona lengua de esta mujer, comienza cuando decidí retarme en convertir (o tal vez, descubrir), a qué tan p**a podría ser una mujer tan aferrada a un dogma religioso.
Orar, asistir al culto, interrumpirme en mi andar, volver a orar, ir al culto y volver a interrumpirme en mi andar por la calle, era parte de su rutina.
Siempre me ha gustado eso de retarme a los más insospechados límites en cuanto a excitar a una mujer se refiere y, porque negarlo, tengo con qué lograrlo: soy dueño de un prominente negocio, visto siempre de forma acorde a la ocasión, tengo un exquisito auto que invita a las miradas femeninas, uso perfumes originales y caros, y por supuesto, la vida me dotó de un gran, oloroso, largo y grueso pene que hace las delicias de casi cualquier mujer.
Cierto sábado por la mañana, estaba despertando y me encontraba pensativo, a eso de las 5:15 am.
Mis pensamientos estaban rodando sobre lo sucedido la noche anterior.
Definitivamente, la había pasado genial con una de las chicas nuevas que ya hacían pasantías en la compañía. Que delicia de cuerpo joven y firme me había comido.
Que divino descubrimiento esta pasante que ya pisaba sus 20 años.
Fué ir tocando sus teticas blancas, coronadas por un diametro de areola un tanto grande de color rosado oscuro, el cual fué el sitio predilecto para postrar mi lengua ansiosa de mamar…pero eso fué otro asunto que les comentaré luego.
Lo cierto es que me encontraba erecto pensado y me dije:
“Amanecí duro e insaciable. ¿A quien me podría coger hoy?”.
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